
Sentada en un café del Gendarmenmarkt sigo lo que pasa en Chile a través de Facebook en mi celular. Lo tengo encima de la mesa. Es mi forma de estar allá y acá al mismo tiempo. O por lo menos sentir que lo estoy. Un autoengaño idiota. Por otro lado, ¡qué maravilla! Cuando recién llegué a Berlín en 1986 no se podía conseguir un periódico chileno. Venirse era desvincularse. Un poco como quemar las naves.